En ocasiones, sólo rara vez, una se siente afortunada de estar viva en este tiempo y en este minúsculo rincón del mundo que comparto contigo. Existen muchas personas en este planeta, y quien sabe si también en otros; cada una tiene una historia y una trayectoria vital. Con frecuencia, esas historias se entrecruzan en un espacio y tiempo determinados. Ya no recuerdo muchas de esas historias que un día se cruzaron con la mía, el transcurso del tiempo las borró, y perdería la cuenta si me pusiera ahora mismo a enumerar, una a una, las vidas que se han cruzado por mi camino y que a día de hoy todavía recuerdo con afecto.
Sí, son muchísimas las personas a las que he conocido en todos estos años: Mis maestros y profesores, mis amigas de la infancia, la dueña de la tienda de ultramarinos donde compraba todas las mañanas el bocadillo de camino al colegio, y un largísimo etcétera. He vivido muchos momentos felices hasta el momento, pero también momentos tristes. Los años han pasado y contemplo con cierto vértigo todo lo acontecido hasta el momento.
Nada sospechaba, cuando apenas tenía siete años, de la crisis que se avecinaba, ni del paro, ni de la precariedad laboral; de hecho tampoco sospechaba nada de eso cuando cumplí los veinte. Es cierto, vivimos días tristes. Ser funcionario ya no es sinónimo de estabilidad laboral y económica, tener carreras universitarias no garantiza un empleo digno, saber idiomas no te salvará del paro, puede que sea verdad. Pero también es cierto que en ocasiones algo o alguien, quizá una acción ajena, provoca que se congele el tiempo en un instante, convirtiéndolo en eterno. Es entonces cuando, perplejos, nos miramos a nosotros mismos sabiéndonos vivos, más vivos que nunca. El universo se para, y todos los problemas dejan de ser protagonistas por momentos.
He conocido a muchas personas a lo largo de mi vida, pero no todas ellas han pasado a formar parte importante de ella. Hay personas que pasan y se marchan, pero existen otras que se quedan.
La respuesta es sí, aunque te vuelvas cuerdo, aunque el universo ya no quede encerrado en una botella de ron barato, ni en los versos que encontré entre los apuntes de clase, sí, haré caso al señor Mario Benedetti, porque es cierto lo que escribió, “hay que amar con valor para salvarse”. No importa que estés en paro con dos carreras y un master, que tengas un título de inglés, que seas hijo de proletarios y que no tengas ni una chapa para comprar el regalo de moda en unos grandes almacenes. Existen regalos únicos e inigualables que no se pueden comprar porque no tienen precio. Este año tú eres mi regalo. Gracias por existir.
Emotivo como siempre Toñi. Un gran abrazo
ResponderEliminarGracias Poeta del Alba. Un abrazo¡¡
ResponderEliminarBlogs amigos me han dado la mano y por deliciosos senderos me traen aquí. Un placer leerte.
ResponderEliminarDespués de la oscuridad, llega la luz. Todo pasa. Abrazo!
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?feature=fvwp&NR=1&v=bzTSD_SVtHA
¡Me gustaría leerte! ¿Cuál es tu blog?
EliminarBienvenidos al Faro de Velia. Muchas gracias por las palabras y los versos que dejais :D
ResponderEliminar